domingo, noviembre 23, 2008

Luciano Gauda y la generosidad como motor




la semana pasada, en Buenos Aires, vi una película estupenda: me la recomendaron tanto amigos cineastas como críticos y todos me dijeron que era una lástima que no hubiera podido conectar más con el público. Todos, además, me reiteraron que era el debut de Gabriel Medina. Un par me comentó que "no tenía nada que ver con Rotterdam" y todos, por cierto, quedaron impresionados con la generosidad de Medina hacia su alter-ego. Eso se nota además en la alucinante e inolvidable interpretación de Daniel Hendler como Luciano Gauna.

Los Paranoicos se vendió como una cinta acerca del cine, acerca de guionistas que no se atreven y tipos chantas que triufan, pero es una notable viaje a la alma atormentada y asustadiza de un tipo que tiene más talento que confianza. Lo peor es que lo sabe. Y es en esa lucha que la película se arma y donde uno se pone de su lado y trata de hacerle barra.



Los Paranoicos no es quizás la mejor cinta argentina de todas las épocas, y quizás no es perfecta, acaso es algo desordenada, pero se parece a su protagonista.

ES su protagonista.

La cinta funciona, toca, identifica y te dan ganas de correr con Luciano Gauna

viernes, noviembre 21, 2008

El Síndrome Rotterdam

columna de hoy del WIKEN
acerca de mi hastío post Quito con el cine-arte profundo financiado in Roter-Dam
con ayuda de Berlin, pero made aquí en el continente.

no todo está perdido, eso sí
siempre este continente sorprende:

vi, en Baires,
LOS PARANOICOS
del debutante Gabriel Medina: alucinante!



22 de Noviembre de 2008

El síndrome Rotterdam

por Alberto Fuguet


A veces estar en un festival de cine latinoamericano te puede hacer sentir muy extraviado. Sientes cuando estás rodeado de tipos que se han vuelto los regalones "del circuito", cineastas expertos en la América Latina "profunda" es que, como publicistas de primera, son capaces de ver lo que los otros quieren ver.

El cine siempre ha estado ligado a la seducción, pero antes la meta era seducir al público o, al menos, a tu gente (el cine militante de los 70). Ahora lo importante es seducir a cierta gente.
Esa gente es, por lo general, rubia, de izquierda, ecológica, primer mundista, y por lo general, han tenido un novio/novia que es de por acá.

Llamémoslo el síndrome Rotterdam, por el puerto holandés, donde se realiza un festival "que la lleva".


Hoy por hoy Rotterdam es un sello y una moral (un amigo insiste que es una retórica) y, mientras más puertas abre en el mundillo del cine independiente o de arte, da la impresión que más las cierra cuando se trata de inspiración y creatividad. No sé quién fue el señor Hubert Bals. Ni siquiera sé si está vivo (no lo voy a googlear) pero el señor Bals, del premio Hubert Bals para desarrollar cine latinoamericano y del tercer mundo, ha terminado por afectar (de afectación) el cine "alternativo" mucho más de lo que pensamos. Tanto que ya no es una alternativa; es un cliché. Rotterdam y estos festivales obsesionados con la región creen hacer el bien pero, como buena ONG paternalista, el tiro les está saliendo por la culata. Se están convirtiendo en el FMI del cine. Dictan pautas, exigen visiones, crean una suerte de club de los "niños pobres cosmopolitas".

Y sí, quizás hablo por la herida y sí, he perdido frente a ellos. Y, claro, con esta columna, dudo que me inviten alguna vez, pero mi cansancio y hastío con estas cintas idénticas y de fórmula tienen más que ver con el resultado.


Cuando uno ve cinco filmes con ese sello en un día y capta las coincidencias, descubres que no es una coincidencia sino algo parecido a un mandato. No todas las cintas que tienen estos sellos son malas ni toda persona ligada a ellos está contaminada, pero si alguien ha sufrido de una manera aterradora este matonaje cultural es el llamado Nuevo Cine Argentino que, de un tiempo a esta parte, se ha especializado en cintas sobre "tipos que caminan con saquitos". No porque eres del mismo país de Lucrecia Martel implica que puedas filmar como ella. Al revés: el mensaje es más bien lo contrario. No la imites ni te acerques a su mundo. La genia es ella, tú a lo más podrás captar tu mundo si eres honesto y, como me escribió un amigo porteño, si eres generoso.

Cuando uno se topa con cintas tras cintas de gente poco honesta y sin mundo propio, las cosas empiezan a oler mal y sientes más aburrimiento que asco. La búsqueda o exploración válida y necesaria se transformó tan rápido y se empezó a repetir de tal modo, que dan ganas de llamar a los hermanos Zanuck para hacer una parodia políticamente correcta.



Las cintas Rotterdam son películas que desprecian el diálogo y los personajes, están centradas en lo rural, les da pánico la música incidental y poseen planos contemplativos tan largos que uno puede cortarse las uñas antes del próximo corte. Ah, y matan, en vivo, animales (no ver La rabia, de Albertina Carril, la cinta más repelente y menos generosa en años o verla y llevar bolsa para el mareo). OK: Reygadas quizás es un iluminado y Luz silenciosa es, en rigor, algo irrepetible. Pero —ojo— también es inimitable. Ya lo vimos.

Ahora queremos —quiero— ver algo nuevo.

sábado, noviembre 15, 2008

PERDIDO: novela grafica en camino...


DEFINITIVO, confirmado:

PERDIDO, la película número 2,
la cinta a la que le dediqué tanto, se fue.
murió
adiós

el duelo se hizo y todo bien
ya inmersos en guión nuevo, pelis nuevas, proyectos nuevos

en efect,
esta semana Perdido perdió por 3 vez el Fondart
no quedó ni en el pitching
ni Se arrienda, ni Malta, ni Perdido
cero
gracias...

la tercera es la vencida
los que perdieron fueron ellos
ellos se la perdieron

han pasado muchas cosas,
me han pasado muchas cosas...
ya no creo tanto además en cintas grandes
o deseo --por ahora-- estar involucrado en películas grandes
y no puedo --no se puede- depender de otros

el que espera y espera, al final se pierde...
el cine es crear, atrapar el tiempo,
no postular y postular, llenar formularios, putear con festivales

PERDIDO se perdió, sí
pero el viaje, la experiencia, fue notable
hubo nervio, dolor, decepción pero tb fue algo de mucha conexión
de mucha fe, de creer ciegamente en algo...

gracias a tanta gente, partiendo x Adriana Zuanic, en Antofagasta,
que fue algo asi como la madrina del proyecto,
y q ya no está con nosotros---

gracias a todoa los q creyeron en PERDIDO

perdimos
pero PERDIDO volverá

Agustín Barros no morirá,
aparecerá de otra manera

no puedo decir mucho pero adelanto algo:
PERDIDO al final será una novela gráfica y
en wide screen y....

no puedo hablar mas

sábado, noviembre 08, 2008

el martir de los cinéfilos

columna de ayer, de WIKEN, version original
libro ya en la calle: confimado q llegara a Peru este mes y, al parecer, en Ecuador y Venezuela.
Colombia y Mexico, de todas maneras; en Arentina saldrá en marzo

El martir de los cinéfilos

por Alberto Fuguet

17.11.08

Andrés Caicedo, el autor colombiano, fue, antes que nada, un cinéfago (palabra suya). Sufría, según él, de cinesífilis. Esta semana ha llegado a las librerías un libro de Caicedo que edité y recopilé llamado Mi cuerpo es una celda. La denominé una “autobiografía” y, luego de cavilarlo mucho, me otorgué el crédito de “dirección y montaje”. En Colombia, su país, no necesita de presentación. Es de culto. Andrés Caicedo, el rockstar literario local, terminó transformándose en la estrella de cine más grande que ha producido Colombia.



La idea del libro es ofrecer otra mirada de Caicedo o, como dije una vez ante su familia, cortarle el pelo y subrayar más su lado cinéfilo-tartamudo-nerd. Detrás de su imagen de Morrison tropical, del pelo largo y las novelas sobre gente que baila salsa, estaba un tipo de anteojos que se pasaba en el cine y que, más que admirar el cine de Jerry Lewis, sentía que era su torpe representante en Cali. El cine no sólo contaminó y tiñó su creación sino que moldeó su vida. Acaso también contribuyó a destrozarla.

Uno de los primero artículos aparecidos a raíz de Mi cuerpo es una celda presentaron y tildaron a Caicedo como “suicida y cinéfilo”. ¿Es eso? En efecto, se mató en 1977 a los 25 años después de haberlo intentado varias veces. En su último texto anotó las películas que había visto recientemente. Caicedo, sin duda, es mucho más que eso pero esos dos adjetivos (suicida, cinéfilo) son parte esencial de su personalidad y su visión de mundo.

¿Cuánto tiene de enfermedad la cinefilia?
¿Es algo normal?
¿Tiene algo enfermo?
¿Estar encerrado todo el día en un cine (u hoy, tirado en la cama, mirando una pantalla) no tiene algo de estar en una celda?
¿El ver tanto (el verlo todo) no es una vía de escape?
¿De qué?


El cine tiene algo de cárcel pero también algo de iglesia y, al ser un sitio oscuro, se conecta con la muerte, los fantasmas y, cómo no, el erotismo y lo prohibido. Tal como es una manera para entender y conocer el mundo, también es una forma de huir.

¿Es la cinefilia una adicción peligrosa?
¿Un refugio para cobardes?

Luego de pasar tanto tiempo junto a sus escritos a veces pienso que lo que más quería era vivir dentro de la pantalla. La rosa púrpura de Cali. O, al menos, estar siempre ligado a ella: como crítico, como director de revistas de cine, como coleccionador de trivia, como espectador compulsivo, como director sin obra y como guionista frustrado que escribió cintas de terror y westerns.

Su meta era tragarlo todo y, luego, escribir sobre todo lo que veía, para así, en el acto de escribir, volver a ver lo que ya había visto. A veces pienso que quizás la tecnología lo hubiera salvado. Pero su pasión y desmesura lo llevaron a acumular toda la información posible hasta convertirlo, con el tiempo, en un cinéfago incondicional y, sin planearlo, en el primer mártir de los todos los cinéfilos latinoamericanos.