viernes, agosto 01, 2008

hijo del cine-cinéfilo


columa de hoy, viernes, del Wikén
--suerte de primera parte
de un combo, part 2 en dos semanas

Fuera de foco:

Cinéfilos: hijos del cine

por Alberto Fuguet

Me lo dijo Isaac León Frías, el legendario crítico de cine peruano, en la presentación limeña de su libro de cine Grandes ilusiones: “los cinéfilos somos generosos”. Me lo dijo así, en plural, y se refería a él y a su gente, y a todos los presentes en la sala pero también a todos los cinéfilos en Perú, y a todos los milones que existen en el mundo, los que están en las salas, en los clubes de videos subterráneos, a los que leen revistas de cine o son surfistas digitales que navegan la red de trailer en trailer, de comentario a comentario, de blog en blog, de torrent en torrent.
¿Somos los cinéfilos generosos?

¿Son generosos los fanboys, esos cinéfilos adictos y militantes que defienden con toda justificación aunque quizás con algo de sobregiro El caballero de la noche y otros superhéroes como si se tratan de miembros de su propia familia? Supongo que sí. Por cierto que sí. Quizás éstos últimos más que nadie (“no nos toquen lo poco que nos queda”) al final son todos los que sienten que el cine (o, ahora, “la pantalla”) es un gran lugar donde perderse para luego salir motivado.


Según León Frías la generosidad no va por el lado de donar dinero a ciertos causas o a hacer mucho trabajo social (al revés: quizás los cinéfilos nos falta cierta consciencia social) sino que es generosa en el sentido que no concebimos la experiencia de ir al cine sino se comparte ya sea de forma ligera (un comentario al pasar por teléfono o chat) o ya, de manera más elaborada, en críticas o blogs o artículos o podcasts. Si no se cuenta-comenta-alaba-destroza con otro, no vale. De ahí que, en un principio, surgió el cine-club (sitios de cinéfagos y enfermos de cinesífilos, según Caicedo, el mártir de los cinéfilos) y luego las revistas de cine que mutaron, naturalmente, en blogs o páginas web especializadas. La cinefilia sería, por lo tanto, es el pegamento que une a un grupo de personas que, sin el cine, no serían amigos ; no tanto porque no se llevarían bien sino porque es a través del cine que se atreven a conversar del mil cosas. El cine es la excusa pero también es el medio y, sin duda, la meta.


Héctor Soto sin duda está de acuerdo y el libro Una vida crítica no sólo es un éxito acá sino ya está encontrado fans en otros sitios, partiendo por Argentina y en la revista más cinéfila pero militante de todas: El Amante. Soto piensa parecido a León Frías y, supongo, todos los cinéfilos piensan más o menos igual; unos lo articulan mejor que otros, no más. Soto también cree que el acto de ver y comentar cine es de generosidad y que si bien la cinefilia es una manera de huir del mundo también lo es para “conectarme y descubrir el mundo”. Cito a Soto: “la percepción de un filme queda incompleta si no la cierra una pequeña discusión, un vago intercambio de ideas entre amigos o la lectura de un artículo que saque nuevas resonancias de la cinta”.

En su libro Soto sostiene que, tal como se fijó el crítico francés Serge Daney, que el es un cinéfilo pero más que nada es un hijo del cine. Los franceses inventaron este “perversión-adicción” y la palabra cinéphile es tan ambigua como precisa y compleja: amor al cine pero, fonécticamente, suena a cine-fils, es decir, hijo del cine.