el efecto pantalla
columna Fuera de Foco de hoy,
Viernes 20 de Junio de 2008
El efecto pantalla
x Alberto Fuguet
Ahora que todo está bastante enredado y los límites entre cine y televisión están cada vez más borrosos, me pregunto qué significa realmente pantalla grande. El cine lleva demasiado tiempo explotando y abusando de su tamaño. Pero se sabe que el abuso rápidamente se transforma en matonaje. Y un gato no es una liebre. Hace mucho que lo que vemos (películas estrenadas en nuestras pantallas) es sencillamente algo que no vale la pena ver. No es que la cartelera esté mal; no existe.
Error: sí, existe, claro que sí. Sólo que ya no está donde creemos.
—"¿Has visto algo bueno últimamente?"
—"Sí, la verdad es que sí".
—"¿Has ido al cine?".
—"Sobre mi cadáver".
Pregunta: ¿qué significa a estas alturas del nuevo siglo pantalla ancha o grande? Buena parte de las pantallas de cine, de hecho, no son tan grandes ni espectaculares. El otro día, en The Bridge, pagué un dólar más para ver una cinta independiente filmada en 35mm proyectada en digital. Dios, qué maravilla. La televisión, por otro lado, es otra cosa cuando se ve en un plasma pantalla ancha de alta definición. De nuevo: usando el sistema de grabación de programas (TiVo como se llama acá) pude ver a una hora muy cómoda (y deteniendo con pausa cuado se me acabó mi bebida) un estupendo documental en HBO acerca de Roman Polanski. La experiencia, claramente, fue uno de mis grandes momentos frente a la pantalla este año.
Pero puedo decir que eso es cine. Un documental que, luego de ser aplaudido en Sundance, se estrenó directamente en el cable. ¿Hubiera visto ese documental en un cine lejísimos, luego de andar hora y media en tráfico? Quizás no. ¿Es Roman Polanski: Wanted and Desired cine? Yo creo que sí. Pero no la vi en un cine ni se estrenó en uno.
Hoy, acá, se estrena El Súper Agente 86. ¿TV o cine? Cine basado en una TV que no es la TV actual. Su protagonista no es una estrella de cine sino una estrella de TV: Steve Carrell, de The Office. David Duchovny regresa pronto como el agente Mulder en una de las cintas más esperadas del verano. El increíble Hulk es un cómic que se hizo famoso como serie de TV. ¿Es esto gran cine porque se estrena en cines y en miles de pantallas? Tengo mis dudas. Serias dudas.
Lo que importa es lo que uno vive, ve y siente frente a la pantalla, da lo mismo el tamaño: desde las multisalas hediondas a popcorn a tu computador conectado a parlantes externos; desde las impresionantes salas VIP de los cines para los cinéfilos a tu iPod arriba de un avión o un bus; de tu DVD multizona–multinorma comprado en el supermercado a las transmisiones HD en televisores tan anchos como vagones de tren. Hoy por hoy, hay todo tipos de pantallas y muchas veces se ven cosas mejores en las que tienen menos pedigrí.
¿Qué es la cartelera, realmente? Si es la oferta audiovisual, entonces nunca hemos tenido una mejor y más diversa. Si son las pantallas santiaguinas (o de Los Angeles) entonces es una suerte de morgue. Lo que uno ve en pantalla no es lo que está en pantalla: es lo uno lleva a su pantalla, cualquiera que esta sea. Y ahí están los dvds que nunca llegaron siquiera a los videoclubs o las series de tv que uno va encontrando, capítulo a capítulo, en la red. Está el corto raro en YouTube; la cinta rumana que nunca se estrenó; la serie que el cable local piensa dar en dos años más.
Un amigo mío cinéfilo sufre y mal podría disfrutar esta serie o, mejor aún, puesto que es fan de El hombre del traje de franela gris, con Gregory Peck, de la notable serie Mad Men. Sucede que este tipo detesta los efectos especiales, se niega a ver cosas como Meteoro o Indiana Jones, pero, por ahora, no cree mucho en la tele. Trato de convencerlo de que ahí está su salvación: cada vez que va al cine, sale herido y traumado. Y claro: lo que está viendo son cintas chicas y mediocres en pantalla grande, cuando lo que le corresponde es ver cosas grandes y complejas en pantallas medianas, chicas o, por último, enanas.
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