sábado, septiembre 27, 2008

INTERESANTE

columna de ayer de WIKEN acerca de...
bueno, una de las palabras que odio

Interesante

Viernes 26 de Septiembre de 2008
Alberto Fuguet


Una vez alguien me comentó que los gustos son las nuevas ideologías y que, de alguna manera, tu forma de ver el mundo, tu moral, tus creencias, se reflejan y se cristalizan no tanto en aquello que lees o ves (y, supongo, ahora, en lo que tomas y comes), sino en aquello que te gusta o que rechazas de forma visceral. Para ir más lejos: es distinto votar por tal o cual candidato que ser militante o ser miembro de un grupo extremista.
En dos palabras: dime lo que escuchas o ves, y te diré quién eres. Es más: una cosa es que una cinta te gustó, pero de verdad harías el esfuerzo de tenerla en DVD. Dicen que es ahí donde uno sabe si quiere de verdad a un filme: si uno lo quiere tener en su casa como recuerdo.



Como espectador me parece que uno tiene todo el derecho de variar y mutar, de experimentar, de darse oportunidades y abrir ojos y mentes, pero siempre y cuando se tenga una moral definida e inclaudicable. Sobre todo en lo que se refiere a la cinefilia. Mal que mal, es una enfermedad, un vicio, un escape, un raye, una obsesión. Encontrar todo bueno me parece horroroso; encontrar todo horroroso me parece peor y me produce todo tipo de sospechas. Los cinéfilos son, sin duda, militantes de sus héroes y son, antes que nada, fans. Deben ser guerrilleros y, si bien no se trata de matar o dar la vida, a veces un buen golpe o insulto a un tertuliano que se pasó de la raya o que ninguneó un filme querido me parece no sólo necesario, sino emocionante. Un cineasta o una película puede ser un test de Rorschach. He presenciado el colapso de amistades intensas por desacuerdos ante Gremlins, Encuentros con hombres notables y, este fin de semana, un encontrón a gritos porque alguien comentó que El clavel negro le había parecido interesante, bien intencionada e importante. El tipo perdió toda compostura y, lo que partió como una discusión cinéfila pasó a una política, para rápidamente transformarse en una personal.



La verdad es que no hay nada que deteste tanto como a un cinéfilo abierto, generoso y que sea capaz de encontrar cosas buenas en bodrios ("no es perfecta, pero tiene cosas interesantes"). La cinefilia tiene mucho que ver con la religión y la fe, pero un cinéfilo con alma de sacerdote es un infiltrado, un poser. Los cinéfilos comulgan, pero no absuelven ni perdonan. Es difícil que un crítico de cine no lo sea. Y si bien tiene algo adolescente y agotador el rol de francotirador, peor me parece aquel que todo le parezca interesante.

Odio y me asquea la palabra interesante. Está por allá arriba con "dije". Palabras neutrales, viles, canallas, hipócritas que, en la boca de un crítico, equivale a podredumbre moral y cobardía metastizada. ¿Qué diablos significa "interesante" ? ¿Que no es tan buena? ¿No es tan mala? Un crítico o alguien que ejerza la opinión puede ser inseguro, eso es un tema personal, pero sus opiniones no pueden serlo. Nada más dañino además que una crítica insegura, tibia, nebulosa o, para bajarlo a la calle, que un boca a boca sin entusiasmo, endeble, donde la gente, para hacerse la interesante, diga que algo es, en efecto, interesante.