Ser oportuno: a raiz del estreno de Vuelo 93
Ser oportuno
Sábado 23 de septiembre de 2006
¿Es moral tocar el tema del S-11? Tanto como lo es tocar el M-11 o la caída de París o el bombardeo de Hiroshima o el Holocausto. ¿Hay una fecha decorosa antes de empezar a enfrentar un tema? Claramente no. No hay temas inmorales o imposibles de tocar. Lo moral es saber por qué se tocan.
Alberto Fuguet
Era un asunto de tiempo. De llegar a tiempo, de no perder el tiempo, que el tiempo no jugara en contra. Antes que cayera la primera torre, cada espectador sabía que, algún día, eso que acababa de ocurrir, eso que estaba transmitiendo CNN, sería una película. Una película de Hollywood. Mal que mal, parecía una película. La más espectacular película de desastres, en vivo, y narrada desde todos los puntos vistas imaginables. Cine de género fusionado con cine-experimental. Ese 11-S todo el mundo fue actor, director, extra, doble y, sobre todo, montajista. Al menos cuatro historias narradas al mismo tiempo, en vivo, en directo y sin parar.
Pero no sólo el 11 de septiembre del 2001 da "para película". No pasaron ni tres años para que apareciera la primera película del Golpe de Pinochet. Llueve sobre Santiago, de Helvio Soto, filmada en Bulgaria, con actores "internacionales" y "bien pensantes" como Jean-Luis Trintignan, Annnie Girardot y Bibi Andersson. La cinta es de culto por lo gruesa, precaria, apresurada y oportunista. Tanto que parece una parodia. Un tal Naicho Petrov hizo de Allende mientras que el secundario francés Henri Poirer se dio el gusto de su vida al encarnar a Pinochet. La cinta está a la altura de lo mejor/peor de Ed Wood. En su momento, sin embargo, se pensó que se hacía "patria" y se "ayudaba a la causa". Pinochet, por cierto, no dejó que la película se exhibiera en Santiago, con o sin lluvia. Hoy la cinta provoca sentimientos encontrados. ¿Cómo es posible reírse con una tragedia tal? Pero eso es lo que sucede cuando las motivaciones artísticas se mezclan con el panfleto y la codicia y, sobre todo, cuando son extranjeros los que sienten la necesidad de explorar "un tema que los toca". Tragarse bochornos y mamarrachos como Dulce patria de Cacoyannis o De amor y de sombra, con Antonio Banderas, hace dudar si la gente que hizo esos filmes estaba en contra o, más bien, a favor de la dictadura.
Vengo llegando del cine. Vengo de ver una película formidable llamada Vuelo 93. La película, dirigida con inspiración, brío y sobre todo, mesura y tino, por el británico Paul Greengrass, es alucinante no tanto por el tema que toca (la mañana del 11-S y el fatídico vuelo United 93 que al final no ingresó a ningún edificio célebre) sino por dos cosas: por lo que no mostró y por como mostró lo que optó por narrar. Greengrass no solo no pisa los palitos de la tentación sino salta la valla y vuela. Lejos. Muy lejos, donde no sabía que se podía ir. Triunfa porque aterra, enerva, produce compasión y vértigo, a pesar que todos sepamos el fin. El director, en una momento de inspiración, entendió que su misión era dirigir el vuelo, no ser un pasajero. Optó por una cinta coral-documental, donde no hay espacio para licencias artísticas melodramáticas (las familias de las víctimas, por ejemplo) y sí para los detalles de aquello que no vimos o que jamás podremos ver (una cabina de avión se enciende; ese despegar con las Torres Gemelas al otro lado de la ventana; unos terroristas jóvenes, entre dubitativos y entregados a algo superior que no entienden del todo; el momento en que los rezos a Alá y a Dios se funden). Vuelo 93 hace historia no tanto por tocar un tema de la historia sino por inventar una estética acorde con la ética y, de paso, crea una nueva forma de narrar (desde el caos, desde la objetividad, condensando el tiempo en vez de estirarlo) que es un algo así como la no-ficción literaria. Un cine documental falso narrativo. Un cine de ficción anclado en lo documental pero que no tiene nada verdadero excepto el soplo que lo alienta.
¿Es moral tocar el tema del S-11? Tanto como lo es tocar el M-11 o la caída de París o el bombardeo de Hiroshima o el Holocausto. ¿Hay una fecha decorosa antes de empezar a enfrentar un tema? Claramente no. No hay temas inmorales o imposibles de tocar. Lo moral es saber por qué se tocan. Es posible que haya emociones infilmables, pero si así es, entonces el director deberá encontrar una manera o decidir no continuar adelante. Las películas ni las novelas no tienen que respetar lo que realmente ocurrió u honrar a los caídos, pero sí deben tener una coherencia ética y estética que tenga que ver con el tema que se está tocando. Todo se puede filmar y escribir; lo que es oportunismo es ser inoportuno. Es no tener finura y creer que los hechos reales son mala ficción. Si vas a ingresar a terrenos peligrosos, mejor hacerlo peligrosamente, como Paul Greengrass. O, a lo más, recordar lo que te tocó vivir, pero en silencio, sin que el resto tengamos que enterarnos.
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