lunes, agosto 28, 2006

hablando (quizas de mas) en El Comercio



Un perpetuo inconforme

David Hidalgo Vega
El Comercio


El escritor y cineasta chileno Alberto Fuguet es una persona poco afecta a las diplomacias literarias. Con frecuencia sus declaraciones dejan al menos un herido y esta vez no rompe esa regla. Todavía tiene rabias que relatar tanto en palabras como en imágenes

En un relato de su último libro hay una frase desolada: "Todos han encontrado su lugar y yo perdí el mío por salir a buscarlo". Fuguet puede decir que ha seguido el camino contrario: perdió su lugar a los 13 años, cuando sus padres lo llevaron de Estados Unidos a Chile, pero está convencido de que el doloroso acomodo lo ha llevado a donde está hoy. El cineasta escondido en el narrador habla con su propio lenguaje --en la película "Se arrienda"--, pero dice algo parecido: el desarraigo puede ser combustible de la inquietud.

Tu película y tu libro de cuentos traen una sensación de utopía perdida que parece muy cercano. ¿Es un rasgo de tu país?
Sin duda Chile no se resume a un tema, pero hay un debate que alguna gente planteó entre autoflagelantes y autocomplacientes, sobre todo durante el gobierno de Lagos: ¿Nos convertimos en lo que quisimos ser o en otra cosa? Yo soy bastante más conservador y a pesar de que he sido tildado por algunos de pro sistema, de vendido, neoliberal, yanqui o Mc Ondo, nunca lo he sido tanto. Sí creo que mucha gente dio vuelta a su chaqueta de una manera tremenda mientras yo, en lo personal, siempre he sido más o menos el mismo: nunca fui un guerrillero ni tampoco soy un ultra fashion víctima del día a día.

¿Por qué dices ser conservador?
Por lo que veo en ministros, periodistas, gente que uno conoce porque fueron mis compañeros de estudios. Yo siempre digo que sufrí dos dictaduras: la dictadura de Pinochet, pero fundamentalmente la dictadura del Partido Comunista. Yo era joven, estudiante, no militante. Uno de los pocos lugares donde el PC tenía fuerza era en las facultades humanísticas y yo era el único que escuchaba música en inglés, que defendía a Bruce Springsteen. Ver cómo esa gente se vendió al sistema sin ningún asco me choca y me da entre pena, asco y rabia.

¿Y qué son ahora?
Relacionistas públicos de corporaciones españolas, periodistas de farándula. En mi película, la ex novia del protagonista dice: "No es que la gente haya cambiado, es que nunca pudieron ser lo que quisieron ser". La gente es mucho más débil de lo que uno cree.

En el primer relato del libro "Cortos" pones esta frase: "Chile no es un país para débiles".
Sí, es algo que veo bastante en la sociedad occidental: la idea de la competencia. No se trata de publicar un libro, sino de ser número uno, salir en las páginas de sociales, estar en la tele. Es triste. Allen Gingsberg, en su poema "El aullido", dice: He visto las mejores mentes de mi generación quemadas por las drogas, carcomidas por la tele, por el cheque, por la línea blanca. Que Chile no es para débiles no solo se refiere a la dictadura, sino al modelo neoliberal que dejó: perro come perro. En el ámbito artístico ya no existe la idea del bohemio, ahora es un 'loser'.

Hay una sensación de desarraigo que no has superado.
Hubo un desarraigo, pero fue mucho antes de que fuera escritor. Lo que sí pasó luego, como escritor, es que me quedé callado y escondido como cinco años. Fue mi exilio. Quería filmar y además me aburrí de la literatura. Fue después de "Tinta Roja". Había quedado bastante traumado por cómo me trató la gente con "McOndo", sentí que todos eran estúpidos. Poco a poco me di cuenta de que el país empezó a cambiar. Y yo me transformaba en un escritor que todo el mundo odiaba. Entonces el asunto era abandonarlo todo para volver a ser otro. Y por eso me siento desarraigado del mundo literario. No me siento cercano a esa gente (otros autores chilenos), siento que nunca me han querido y ya no los quiero de vuelta. Me siento más cercano a Edmundo Paz Soldán, a Murakami, etc.

Llevas tu carrera en solitario.
Claro, pero me niego a la carrera porque no quiero estar corriendo. La portada de "Cortos" es eso: no voy a poner chicas desnudas con tal de vender. Me gusta que me lean, pero no estoy dispuesto a cualquier cosa.

Dostoievski decía "el secreto no es solo vivir bien, sino saber para qué se existe": ¿Encontraste tu línea?
Yo nunca elegí ser escritor. Lo que yo siempre quise fue ser director de cine. Y en algún momento, mucha de la frustración de "Se arrienda" salió de pensar qué me pasaría a mí si no filmara. Estoy agradecido de haber sido escritor para llegar a esto. Y bueno, ayuda darse cuenta de que ya perdí el Nobel, pues.

¿Cómo es eso?
Lo tomo como metáfora: saber que no lo logré, yo no soy Vargas Llosa y con eso uno lo pasa bien.

Suena a una actitud derrotista.
No, porque Vargas Llosa o García Márquez me gustan como escritores, pero me atrae más la figura de Cabrera Infante o Manuel Puig: el no tener que ser el número uno, no tener que estar preocupado por el próximo libro. ¿Sabes qué momento fue clave? Cuando cambié de agente. El agente es una figura muy rara. Algunos escritores hasta tienen fantasías sexuales con ellos porque creen que les pueden cambiar la vida y, sobre todo, hacerlos ricos. Yo no estaba contento. Me preguntaba: ¿por qué mi libro no está en Ecuador, en Perú, por qué nunca he sido traducido? Y me fui donde Guillermo Schavelzon, que solo trabaja con autores latinoamericanos. Tuvimos una cita secreta, como de amantes, en Guadalajara. Me dijo: "No sé si sabes lo que es un agente, pero yo no soy tu padre, no soy tu niñera, no soy tu esposa. Solo puedo ayudarte a lograr lo que tú quieres. Si tú me lo dices, haré lo humanamente posible". Yo no sabía qué significaba. Me preguntó si quería ser como Jorge Volpi, si quería el premio Seix Barral, el Nobel, el Planeta, tener un programa de televisión. Me fui a Chile y escribí una carta cuya primera frase era algo así: "Me gustaría consolidar mi carrera literaria para poder abandonarla y hacer películas antes de que cumpla cuarenta". Él me contó que algunos escritores tienen tres o cuatro casas y necesitan mantenerlas. A mí solo me importaba hacer cine.

¿Qué preferirías entre el Cervantes y el Óscar?
Preferiría el premio de un festival de cine que me guste, el de Berlín. El Óscar no, porque es igual de peligroso: iría a la ceremonia, pero sé que todo el mundo atacaría diciendo que no lo merecí. Fui portada de "Newsweek" y viví eso de "¿por qué él y no yo?". Es agotador. Me gustaría ser un tipo bueno del medio, que no implica ser mediocre.

Hay un personaje de tu familia que me parece comparte tus inquietudes: tu tío perdido.
Es mi lado B. Era un tipo supertalentoso, superculto. Todos esperaban mucho de él, pero lo hicieron cambiar de país por motivos errados, no por persecuciones políticas sino porque la familia estaba pobre. Un poco, ni siquiera muertos de hambre. Y mi tío terminó perdiéndose. A mí me pasó lo mismo cuando me llevaron a Chile. La diferencia es que mi tío no tuvo la oportunidad de transformar su tristeza.

¿Es un trauma familiar?
Siempre hay traumas familiares en alguien que se dedica a crear. En esa época sentí que me sacaban del país, de mi idioma, con la diferencia que a mí me tocó encontrar una voz. Mi tío aprendió inglés, perdió el castellano, pero no encontró su voz. Si yo no hubiera terminado como escritor y luego cineasta, quién sabe dónde estaría. Y por eso tengo dos cosas pendientes: primero, una película en abril que se llama "Perdido". Es adaptación de un libro, la historia de un tipo que encontraron en el desierto de Atacama. Había muerto hace cuarenta años, pero nadie lo salió a buscar nunca. Y en lo literario, una deuda pendiente: he hecho una investigación profunda en Chile como en Estados Unidos, con detectives y archivos fotográficos y muchas cosas más. Mi plan es sacar la película y en paralelo ese libro al que llamo un documental escrito. Se llamará "Missing".

¿Esa deuda pendiente te liberará ?
Servirá para liberar a mi tío. Siento que soy la persona que él debió haber sido. Y yo debí ser otra persona.

¿Qué persona?
Probablemente un administrador de un cine en California. Un buen norteamericano, hijo de latinos, de profesión no humanista. O quizá hubiera trabajado en un 'mall'.

¿Por qué esa idea de ser mediano en lugar de tener éxito?
Porque fui criado en Estados Unidos doce años, en una clase media normal, sin complicaciones. Nada traumante le pasó a esta gente. Todos terminaron siendo gente común y corriente. Hay un libro que se llama "La raza de los nerviosos", que es una frase de Proust: "La raza de los nerviosos produce escritores y ladrones". Yo no vengo de una raza de nerviosos. El único nervioso que conozco fue mi tío Carlos, que se transformó en un ladrón. Y ocurrió porque lo sacaron de contexto.

Pero tú escribes y haces cine.
Estoy haciendo lo que me gusta, pero también la pasé mal. Pero del otro modo hubiera hecho algo no tan interesante, pero tampoco lo hubiera sentido así. Tengo un amigo que lava autos y no se siente frustrado. Uno como escritor o cineasta sí; uno se pregunta por qué no me quedó esto así, asá, etc.

¿Has pagado un precio muy caro, te ha costado más de lo que vale?
No ha sido gratis. Es una suma de cosas. Yo sufrí harto la idea de ser pronorteamericano, por ejemplo. Un día me quemaron una chaqueta en la universidad. Me la había regalado otro tío que había peleado en Vietnam. Reagan había invadido Granada. Llegué a clases y vi que quemaban la bandera de Estados Unidos, me gritaron "gringo, fascista". Y para no quedar mal, me quité la chaqueta y la tiré al fuego. Luego postulé al Partido Comunista y me rechazaron. Me gustaría escribir eso en un libro. Tengo rabia acumulada: esa gente ahora anda con iPods y se junta en Pizza Hut.

Los escritores también tienen quiebres: hubo un pronunciamiento a favor de Fidel Castro.
Me parece patético y pavoroso. Si a Saramago le interesa la fama, ¿por qué no va al programa de Susana Giménez? No confundamos márketing con política. Lograron su objetivo: que se hablara de ellos a pesar de que nadie lee sus libros.

Pero es Saramago. Y García Márquez también lo ha hecho.
Qué se puede esperar de alguien que dice: "Escribo para que me quieran". Eso es una pose. Yo no apoyo dictaduras.