jueves, octubre 05, 2006

no morir (o suicidarse) en el intento...



En el Bafici, pude ver (y defender en el jurado) la pelicula LOS SUICIDAS del argentino Juan Villegas, autor de una pelicula llamada SABADO (la otra, q no es en tiempo real) y que es un tipo que ha sido crítico durante años para El Amante.

Luego leí la novela homónima en q se basó, del mendocino Di Benedetto, una novela perdida, de un autor q estuvo desparecido, y ahora esta reapareciendo como de culto. La novela me gustó mucho. Tiene un comienzo feroz. El final tb.

El final de la pelicula de Villegas, q se estrena en Argentina este viernes, es impresionante por lo tremendo pero, a la vez, por lo fino y discreto. La pelicula no se ni modernilla ni experimental y hasta gente en el jurado la considero "conversvadora" porque era acerca de personajes y tenia historia.

Dios mio.

Le deseo suerte a Villegas pero como bien lo dice en su blog, y en este emocionante post q posteo yo, ya tiene suerte, ya la hizo, no se la quitara nadie.

aqui va:




Para empezar, les quiero enviar algunas reflexiones surgidas a partir del inminente estreno de mi película "Los Suicidas", el próximo 5 de octubre.

"El momento del estreno es el del cierre de un círculo, el final de un largo recorrido en el que de alguna manera todo encuentra su lugar definitivo. La sensación es de felicidad, más allá de todo. Podría, facilmente, encontrar motivos para la queja, pero no me parecería justo. Este momento merece el festejo y la alegría. Creo que ningún director de cine debería quejarse, nunca, de nada. Hay que recordar, siempre, pero sobre todo en los momentos difíciles, que nadie nos obliga a seguir en esta profesión. Es una elección, aunque una crea vivirla como un destino ineludible.

No siento que el cine sea más importante que la vida. Forma parte de nuestro mundo cotidiano, pero no habría que vivirlo más que como un camino de búsqueda y de expresión. Tengo claro que es una actividad que conozco, en la cuál me formé y sigo tratando de aprender día a día. Y está el hecho fundamental de que disfruto el hecho de filmar como muy pocas cosas en el mundo. Sin embargo, si encontrara otro medio en el que esos dos factores (el placer y la aptitud) se repliquen, no tendría dudas en abordarlo. Cada tanto, trato de recordar esto, para hacer que el cine sea en mí una elección diaria y libre, no una actividad empujada por una inercia infeliz.

No conocí personalmente a Fabián Bielinsky ni a Juan Pablo Rebella, apenas intercambié con ellos unas pocas palabras en algún festival tras alguna presentación circunstancial. Sin embargo, las inesperadas y dolorosas muertes de ambos fueron para mí duros golpes, difíciles de absorber. Traigo a este texto estos hechos porque me hicieron pensar en mi propia relación con la profesión. Desconozco la situación personal de cada uno de ellos en los momentos previos a sus muertes; no es ese el punto y no me interesa saberlo. Lo que es un hecho es que no pude dejar de pensar en la necesidad urgente de vivir mi trabajo con una mayor alegría. El estrés, las responsabilidades y el peso que implica el compromiso ante la propia obra y ante todas las otras personas que colaboran en la realización de una película no deberían hacer que uno olvide que el cine puede ser, a pesar de todo, un juego.

¿Curioso, tal vez, que diga esto, tras hacer una película que se llama “Los Suicidas”?

No parece una pregunta fácil de responder, pero tengo mis convicciones claras y mis respuestas preparadas. Lo lúdico de la realización cinematográfica no impide que se convierta, en algunos casos, en una exploración profunda de nuestros propios fantasmas, nuestras zonas oscuras. Sentir al cine como un juego me permite también soportar las presiones que implica un trabajo tan arduo y complicado. Para hacer cine se necesita, por sobre todo, sensibilidad e inteligencia. Sin embargo, también se requiere entender que es un trabajo sucio (siempre termino las jornadas de rodaje con las uñas sucias, aún siendo el director) y agotador hasta límites insospechados. Hacer cine es un trabajo que implica mucha angustia permanente y en el cual se ponen en riesgo relaciones personales y la propia salud. Para hacer cine hay que saber apurarse, pero también hay que aprender a esperar. Hay que saber llevarse bien con la gente, saber pedir favores, tener templanza y saber conducir grupos. Creo que queda claro que, si no fuera también un juego hermoso, sería insoportable.

¿Pero en qué juego me metí con “Los suicidas”? ¿De qué habla la película? No me interesa dar aquí esas respuestas. Lo único que quiero decir es que la siento transparente. La ambigüedad puede ser parte de mi sistema de acercamiento al cine, pero es una ambigüedad de los significados posibles, no de los contenidos que se exponen. Para decirlo en forma más llana, si algo no se entiende es porque no me parece importante que se entienda.