viernes, octubre 06, 2006

critica de Velvet Goldmine



me enviaron esta critica q salio hace un tiempo en este sitio web argentino, q esta bien bueno, a todo esto.
interesante lo que dice. Supongo que en el extranjero se ven las cosas de otro modo. Un dato-- el afiche final de SE ARRIENDA fue realizado por una agencia de publicidad; para ser sincero, no era el que queria. Cada director sabe que sus afiches no siempre terminan siendo el que querían, lo mismo su tag-line, en este caso, "bienvenido al sistema". A partir de este concepto, en todo caso, con Giorgio Gonzalez le tomamos unas fotos a Luciano para el afiche que, al final, fueron desechadas. Aqui están. En todo caso, el nuevo afiche y dvd, que es para el exterior, poco y nada tiene que ver con el que salió acá. Ese el el afiche que me gusta y por el cual respondo, aunque es probable que el si hubieramos usado el que proponia yo, quizás la cinta hubiera tenido menos éxito. Quién sabe?


SE ARRIENDA, de Alberto Fuguet
MI NOMBRE ES TODO LO QUE TENGO



Bienvenido al sistema. Una silueta negra nos da la idea de un trajeado oficinista. El afiche del film se completa con el título en grande y, en un tamaño bastante menor, la leyenda que reza “una película de Alberto Fuguet”. No es este último un detalle menor. Es ineludible analizar una obra, cualquiera se trate, partiendo de su realizador. En Chile, Fuguet es una celebridad; primero periodista, luego escritor, logró patear el tablero con su “Sobredosis”, hacerse masivo a través de “Mala Onda”, y ahora, recién pasados los cuarenta, se largó como director de cine. Un latiguillo le permitirá soportar las presiones en este nuevo rol: lo perfecto es enemigo de lo bueno. Quizás por allí radique la clave para entender una película novedosa para el panorama cinematográfico trasandino, criticada más por quién es su autor que por cuestiones estrictamente fílmicas.

Complejidades

El film se centra en un personaje que se dedica a componer música para películas; ha traspasado la barrera de los treinta y se encuentra paralizado porque mantiene como un pesado ancla sus ideales de juventud. “Nunca haría música para Julio Iglesias ni aunque me ofreciera un millón de dólares, porque eso es tranzar con el enemigo”, manifestaba en sus últimos días como adolescente. La realidad lo muestra hoy estancado mientras ve cómo sus amigos han obtenido éxito, reconocimiento, dinero, o la combinación de todo eso traicionando los rígidos planteos que sostenían en su tierna mocedad. El dilema, entonces, se vuelve obvio: mantenerse en los márgenes de la ideología de mercado, tranquilo con la propia conciencia, contando las monedas para cubrir los gastos mínimos; o bien, hacerlos un poco más flexibles, permitiéndose negociar algunos puntos de un severo decálogo de principios en pos de ganar en comodidad para llegar más holgado a la forma de vida deseada. Simplificando: el personaje principal se plantea la dicotomía de estar dentro o fuera del sistema.


Ahora bien, en los albores del siglo XXI, ¿es válida esa dicotomía? Sin adentrarnos sobre si hoy en día las ideologías respiran o, como pretenden inculcar algunos autores, asistimos a su lenta agonía, entiendo que el planteo elegido por el director es algo simplista. Y que con esa reducción la construcción de personajes y situaciones empieza tullida. Claro que antes que director de cine Fuguet es escritor, y su fuerte está allí, en la narración. Y sabe darle una vuelta de tuerca para que la cinta no se ahogue a la media hora (y nosotros con ella). Su protagonista, es evidente, deberá resignar unos lugares de su riguroso manual para poder moverse, para darle forma a sus sueños inmóviles. He aquí entonces la complejidad... esta postura de claudicar frente a lo que el sistema impone, ¿es una manera de aprobarlo o es una crítica? Tengo mi punto de vista, y creo que es coincidente con el del director: se trata de una crítica, claro que en términos mucho menos perezosos que los ideales que sostiene sin un ápice de cuestionamiento el personaje principal de esta búsqueda. Allí donde el idealista es mostrado como alguien perdido (y no como un perdedor) es donde “Se Arrienda” gana en ambigüedad. Y donde su director logra compensar algunos planteos algo haraganes.




La importancia de llamarse Alberto

Fuguet es una marca. Al momento de conseguir apoyo para este primer film, el escritor golpeó las puertas del FondArt chileno sin obtener respuesta favorable, por lo que debió acudir a soporte privado. Sólo con ver la cantidad de auspiciantes que acompañan los créditos alcanza para tener real dimensión de las ventajas de contar con un buen nombre. Aunque, claro, un personaje público odiado por un amplio sector del progresismo trasandino, tildado de extranjerizante, democristiano (los tibios, los que quieren quedar bien con todos, como los conocen en Santiago), un veterano periodista de El Mercurio, el equivalente a lo que en Argentina es La Nación, y además un viejo crítico de cine que en su libro “Dos hermanos” confiesa que disfrutaba destrozando películas malas, todo esto hacía pensar que esa ventaja inicial también tendría un feroz contrapunto. El olor a sangre fresca despertaría en los lobos famélicos su hambre y sed de venganza. Y esta presa sería demasiado fácil...


Algunos puntos hacen coincidir a sectores de la izquierda chilena con la argentina. El primero es la incapacidad de criticar aquello que proviene del seno de la misma izquierda. Uno ve largometrajes de propaganda que son impresentables, incluso con estéticas conservadoras, y son pocos los que alzan la voz venciendo el miedo a ser tildado de derechista. Otro, que va de la mano con el primero, es la simpleza con la que conciben a las sociedades y al mundo en general: se está de un bando o se está del otro. Alguien es “de los nuestros” o es enemigo. Hay una llamativa incapacidad para encontrar grises, para identificar lo que el sociólogo argentino Gregorio Kaminsky llama “lo progresista dentro de lo conservador y lo conservador dentro de lo progresista” [1]; en palabras más sencillas: matices. Planteos que ya en los años ´70 quedaban obsoletos, extrañamente siguen en vigencia, como si existieran dos clases de personas, como si todo pudiera pasarse por un tamiz y quedara aquello que es útil, válido, y aquello que no lo es. Justamente lo que se le criticó –con algo de razón- a “Se Arrienda”, y que está explicado unos párrafos más arriba. Cuando Fito Páez estrenó “Vidas Privadas” tuvo que sufrir las más feroces críticas que yo recuerde con un realizador que encaraba su primer proyecto. Entre los argumentos que hubo que leer y escuchar apareció uno que le achacaba el no haber estudiado en una escuela de cine, y de filmar por tener plata. Por suerte, como dice una de sus más logradas canciones, la estupidez del mundo nunca pudo y nunca podrá arrebatar la sensualidad. Argumentos de similar tenor, un insulto al pensamiento crítico, se hicieron presentes ante el estreno de la ópera prima de Fuguet. Tanto él como Fito no son “de los nuestros” y esa diferencia había que hacérsela sentir. Bienvenido al sistema.



Literatura

Ahora devenido director de cine, Fuguet pide que no lo llamen escritor sino narrador. Curiosa similitud la encontrada entre sus novelas y este primer paso, el punto de contacto lo ubica en el trabajo de guión. Creo que es aquí donde “Se Arrienda” muestra su veta más endeble y donde las críticas deberían focalizar. Hacer cine no es redactar en celuloide. Las palabras deben dar lugar a las imágenes. El soporte donde se inscribe la historia no es una hoja en blanco sino, es obvio, un rollo fílmico. Y Fuguet, decidido a presentar batalla en el panorama poco narrativo del cine chileno de los ´80 y los ´90, hace el más fuerte hincapié en el trazado del guión, a veces descuidando las posibilidades que da el trato de la imagen y el sonido. La premisa fue escaparle a una estética publicitaria, y debe reconocérsele que, más allá de una extraña escena en la que varios jóvenes acostados en el pasto son tomados desde arriba mientras explicitan sus sueños futuros –algo que podría ser el comercial de un yogurt bajas calorías-, lo consiguió. Quizás ese temor también lo llevó a sobrecargar la trama con historias paralelas poco interesantes en lugar de explotar técnicas netamente cinematográficas. Desde este lugar, la metáfora de mostrar Santiago vacío en un desolador blanco y negro, el recurso más arriesgado empleado en la cinta, cierto es que poco aporta y torna redundante algo que estaba explicado en la disyuntiva de quedar dentro o fuera del sistema. Si “Se Arrienda” recibió el rótulo de film conservador no es por las ideologías políticas de su realizador, o del periódico que auspiciaba el film (una argumentación cínica y bastante boba), sino por ver a su director contenido, quizás con miedo a darle rienda a tantas posibilidades. Apostó a lo conocido, a donde se siente como pez en el agua, al relato de historias de personajes en busca de su destino en una apartada capital latinoamericana, como si fuera este un capítulo más de “Las Películas De Mi Vida”.

"Se Arrienda" fue un rotundo éxito de público en Santiago y aún hoy, a casi seis meses de su estreno, permanece en cartel. Su director consiguió el respaldo necesario para una segunda película que, vaya paradoja, será la adaptación de un libro chileno de Francisco Mouat. Posibilidad clara para que el trabajo de guión se centre únicamente en la adaptación para la pantalla grande y le permita a Fuguet conectarse con su parte netamente cineasta y, superados los temores del debut, le consienta desenvolverse con más soltura en un ámbito en el que a fuerza de empujones y sorteo de obstáculos ya obtuvo un lugar con nombre y peso propios.


Gonzalo Beladrich


Publicación: Abril 2006