domingo, marzo 30, 2008

acerca de la histeria q provocó Morricone la semana pasada

columna Fuera de Foco del pasado Wiken... ahora q todo es Bond, quizás esto ya se olvidó: la histeria q provocó la venida de Morricone pero el tema sigue siendo el mismo: Chile no es capaz de l multi-tasking aun, todo es UN TEMA, y hoy es Bond, ayer fue Morricone, la próxima semana será.....


Viernes 28 de Marzo de 2008

Fuera de foco:
El lado B de Morricone


Ah, Chile, cómo no quererlo. Sólo acá suceden cosas como lo que ocurrió con Morricone. Histeria colectiva, caos, saturación mediática, especiales de radio. De pronto, y tal como nos gusta, el país fue de Morricone y don Ennio no entendió nada.

Yo tampoco.

"No soy una estrella de rock", dijo, confundido. Por cierto y por eso pasó a ser uno. El establishment local aún le tiene miedo al rock, pero le gusta la cosa rockera que une lo masivo con lo supuestamente democrático y transversal. En este visitado país Iron Maiden y Bob Dylan pasan más bien inadvertidos, pero aquello que puede ser crossover, que pueda concertar, estalla y se vuelve tema. El único tema. Sobre todo si hay gente rica detrás y si la fiesta es en Vitacura y al aire libre (post Al Gore, la naturaleza parece ser el nuevo lujo, el único lugar a la moda y al día, pues cambia con las estaciones).


Morricone visita, claro, La Moneda, un sitio que, de un tiempo a esta parte, no para a famosos. ¿Quizás por eso aún no se instala un Planet Hollywood en Chile? ¿Para qué? Me alegro que hayan condecorado a Morricone con la medalla Pablo Neruda; deduzco también que, con eso, la Presidenta y su ministra de Cultura están celebrando y empoderando el cine de terror más cutre y creativo (Lucio Fulci, Dario Argento), el soft porn más transpirado y, en general, lo importante y clave que han sido los subgéneros de cine B para que cineastas sin dinero pudieran encontrar su voz. ¿Podemos deducir que los próximos Fondos Audiovisuales van a caer en proyectos ligados más a la sensibilidad del "primer Morricone"? Duda: ¿van a condecorar a Ozzy Ozbourne? ¿Acaso no se lo merece?


¿Cuánta gente que fue al Parque Bicentenario tiene claro que don Ennio musicalizó El exorcista 2, la notablemente mala y casi de culto La isla,



u Orca: ballena asesina, una ripoff de Tiburón, Red Sonja (de la otrora pareja hot Schwarzenegger-Nielsen) y la semi-porno Mariposa, con Pia Zadora y un moribundo Orson Welles, considerada entre las peores películas de todos los tiempos?


Mi impresión es que no fueron a celebrar al músico tan jugado como incontinente, que nunca encontró una cinta mala, sino, más bien, al anciano condecorado con un Oscar honorario y al autor de bandas sonoras de cintas que aquí calaron más que en otros sitios: Cinema Paradiso (no me atrevo a criticarla por miedo a las represalias) y, por cierto, La misión. Me gustó que haya venido y me gusta la idea (aunque no me la creo) que ahora hay muchos más cinéfilos que irán al cine y van a estar atentos no sólo a los actores, sino a todos los que están detrás. Algo me dice que ser músico ayuda, porque no veo a 20 mil personas en una charla de Vittorio Storaro. Me gustó ver cómo le tiraban gas a la gente por tratar de conseguir entradas a un concierto del autor de las bandas sonoras tan políticamente crispadas como Novecento y La batalla de Algeria.


Me sorprendió encender la TV y ver que Canal 13 transmitiera en directo un concierto de un amigo y colaborador de Pier Paolo Pasolini (¿el canal del angelito ha visto
Saló?). Un agrado que el mismo canal que produce y emite, sin culpa, Amor ciego y Don Amor, de pronto interrumpiera su programación para transmitir algo que jamás hubieran programado sino fuera por el billete sin límites de Celfin.

viernes, marzo 28, 2008

DEXTER--asesinar en serio


Después de unos meses en "el congelador", hoy salió esto en el WIKEN
una oda-panegírico al gran Dex y a la serie DEXTER q, x fin, empieza a darse "legalmente" via Fox en Chile. Aunque muchos ya vimos la segunda temporada x torrent
y el dvd con la primera temporada está en todas partes

en todo caso, reconforta ver buses y paraderos con Dexter sonriendo.
ojala viniera a Chile; aqui si tendria mucha pega

WIKEN de EL Mercurio
Viernes 28 de marzo

Queremos tanto a Dexter:
ASESINAR EN SERIO


Por Alberto Fuguet

Dexter Morgan, el querible protagonista de Dexter, la serie que lleva su nombre y de la que todo-el-mundo-está-hablando, por fin está asesinando a los que merecen ser asesinados para deleite y satisfacción de los suscriptores al cable local. Pero los primos, hermanos y parientes de Dexter Morgan (que crecen por hora: basta surfear la web para ver el grado de fanatismo sicótico que produce) hace tiempo que han elevado a Dexter como su mejor-amigo-nuevo y andan con fotos de un sospechosamente sonriente Michael C. Hall en sus celulares o desktops. Porque si matar en serie es una compulsión, hace tiempo que ver series también lo es. Y de todas, quizás Dexter es la más adictiva y compulsiva porque ese es –justamente- uno de sus temas.

Ya está claro que las series se ven de dos maneras: como rito, esperando semana a semana, aquello que pasará; o sicopática y desesperadamente: un episodio tras otro, comiendo maní, cereal o papas fritas hasta que la oscuridad de la noche se transforma en esa luz blanca que se parece a las pantallas que ya no transmiten. Para aquellos que están sobreconectados, que están más al día con la información y la entretención que está circulando digitalmente por el globo, el tener que esperar, el estar obligados a cumplir con que el distraído ejecutivo de programación decida cuando dar la luz verde, Dexter ya es parte de la familia qué rato. Un tipo que ya al capítulo cinco había ingresado a la galería de los grandes personajes de la cultura pop (de hecho, imaginarse otro título para la serie da escalofríos y te hace pensar en una reunión de creativos de TVN).

Dexter Morgan no sólo ha matado mucha gente, ha cercenado clichés y asentado sensibilidades. Se ha vuelto una excusa para juntarse con amigos para verla o para enviar mails al otro grado del globo para celebrar sus últimas matanzas. De hecho, mientras acá estamos en la primera temporada, algunos en esta misma ciudad, y en toda ciudad del mundo donde haya conexión a internet, ya se han devorado la primera temporada (los primeros doce ya esán en dvd). Es más: escribo este artículo mientras aún no me recupero de la belleza del final de la segunda temporada. Hace tiempo que no veía un cierre tan lúcido, epifánico y acaso chekjoviano, un momento íntimo y cósmico donde, por un lado se cierra un ciclo pero al mismo un hombre –un asesino- se libera y se abre.
Mi código ahora es mío, tal como lo son las relaciones que cultivo. Ya no soy sólo mis disfraces pero los necesito, aunque me vuelvan vulnerable. Ya no soy el discípulo de mi padre. Soy su maestro. Una idea que ha trascendido y se ha convertido en vida… Para continuar en mi camino necesito necesitaré trabajar más, necesitaré rituales nuevo, evolucionar. ¿Soy malvado? ¿Soy bueno? He terminado por tratar de responder esas preguntas. Yo no tengo esas respuestas. ¿Alguien acaso las tiene?
Así habla Dexter Morgan en off.
Así piensa.
Así te clava el bisturí y te transforma en su víctima.


Dexter, está claro, no es cualquier programa de televisión. Es una Dostoievski en Miami, mezclado con Robert Bresson, mezclado con algo de cine-negro, más la basura trash pero digna de las novelas de consumo de John Lindsay. Dexter supera su fuente original con creces. Es posible argumentar que Dexter tiene en su ADN mucho Hannibal Lector o el Patrick Bateman de American Psycho de Easton Ellis, pero lo cierto es que eso es ir muy lejos y muy poco. Es una conclusión obvia para una serie que no tiene nada de obvia y que es original, compasiva y está del lado de todos sus protagonistas menos de sus vícitmas.



En ese sentido, Dexter da vuelta en 180 grados todas las leyes narrativas con que uno se ha criado: aquí se está del lado del malo porque es bueno y no desea que lo atrapen. Los malos no son los malos porque no vale la pena. ¿Para qué? En el Miami según Dexter, los malos son asesinables, punto. Los antagonistas, por llamarlos de alguna manera, son mucho más que eso: son una galería de gente, que trabaja para la policía, y que es gente fracturada, compleja y, por sobre todo, muy vacía como necesitada. Pero Dexter estira aún más la cuerda: aquí el enemigo de Dexter es Dexter. Y es, claro, para enredar las cosas, la única persona en la que puede confiar. Si esto ya fuera una novela o una película, ya sería audaz. Que esta sea la premisa de una serie de televisión es sencillamente radical.

¿Pero quién es Dexter Morgan y por qué está matando a tanta gente repelente? I´m empty inside, confiesa Dexter, y este slogan se ha vuelto una suerte de mantra contemporáneo. Poleras, banners, calcomanías, mensajes de texto. Estoy vacío por dentro. Dexter Morgan, es un joven y simpático, pulcro y ordenado analista de sangre de la policía del condado Dade que resuelve crímenes de día, y luego mata a los culpables de noche cuando siente que “su pasajero oscuro” le habla. Así, tan simple y tan complejo. Es un asesino en serie, sí, pero también es un tipo serio y por eso Dexter Morgan y Dexter está mucho más cerca de Travis Bickle y de Taxi Driver que de un thriller sangriento. Tal como en el filme fundacional de Scorsese, Dexter no es un viaje al mal o a la oscuridad de un asesino (ya sabemos que el mal es oscuro; ok, ¿qué hay de nuevo, viejo?) Los creadores de la serie lo saben, tal como lo sabe el extraordinario actor Michael C. Hall (David Fisher, el hermano gay de Six Foot Under) que le da a su prestancia de beach boy una fragilidad de niño abandonado (que es lo que es: un niño abandonado y luego adoptado), todo esto mezclado con comentario en off donde el humor es tan ácido como caústico y siempre, siempre certero. Dexter no es misógeno u homfóbico sino desprecia al ser humano en general. No los entiende y no desea parte de ellos. Esto de no sentirse humano, que en muchos personajes sería su cruz, es lo que potencia a Dexter y lo que crea una extraña complicidad con él. Cualquiera que ha odiado, que ha despreciado a la raza humana, que no está del todo interesado en pertencer a ella o seguir sus leyes y costumbres, no podrá menos que enganchar con este asesino que intuye que no irá preso porque de alguna manera ya lo está.


En ese sentido, la radicalidad de la serie –creo- no que es que mate, es que no se mate. Es como vamos compartiendo la forma que Dexter Morgan tiene para sobrevivir. En tiempo donde uno duda de todo, donde toda la gente buena se comporta mal, por qué no tener a un asesino como alter-ego. Y eso es la fórmula del éxito de Dex. Morgan no es un personaje tipo James Bond que hace lo que no podemos hacer; ni tampoco es un héroe realista que conecta con nosotros porque se parece y hace y siente más o menos como nosotros. La comunión no va por ahí. Dexter Morgan produce adicción porque hace y vive como quisieramos.
Dexter, de alguna manera, mata por nosotros.

Lo fascinante de la serie es el acceso directo y privilegiado a un alma dañada, que es pura fractura, un ser que no se siente un ser y que no desea serlo, que vive solo y tranquilo en medio de una círculo de gente sola y ansiosa que, a diferencia de él, no tiene la capacidad de matar para poder liberarse. Dexter puede ser es uno más de los chicos abandonados por Dios pero tiene una misión, un hobby, un escape y está bendecido por la falta de ansiedad y la falta de ganas de pertenecer. Tal como en algunas de las grandes películas es su voz en off, sus pensamientos más profundos, los que terminan por sellar un pacto: mientras él es sincero con sus confesiones, nosotros (los espectadores) no lo denunciaremos. Es más: estaremos de su lado. Para siempre.

Soy Dexter y no estoy seguro quién soy. Sólo sé que hay algo oscuro en mí y que lo escondo. Ciertamente no hablo de ello pero está ahí, siempre. Es el pasajero oscuro y cuando me está conduciendo, me siento vivo.

Una de las rarezas por la que se juega Dexter es justamente la rareza, lo anómalo: mientras todos los expertos televisivos tienen la fórmula para llegar a todos, pareciera que los creadores de Dexter sólo quieren seducir a los verdaderos asesinos en series y sus amigos (si es que los tienen). Dexter, la serie, se articula primero en el trabajo: tal como sucede en la vida, la serie nos quiere decir que buena parte de los lazos de la gente se forman, para bien o para mal, en el trabajo (moraleja: ten cuidado donde y con quién trabajas). Dexter, además, es casi el único blanco y americano en un mundo global, multiracial, donde el castellano es acaso el primer idioma de la ciudad, lo que lo transforma aún más en un outsider. Y en una sociedad cegada por el deseo de conectar, Dexter es inteligente, moralista, autista, narcisamente solitario e adolescentemente infranqueable. Es decir, se parece a un segmento no menor de personas que aún no han sido segmentadas. Luego, la serie no basa su relación principal en chico-chica. O quizás sí. La relación chico-chica donde hay más amor y sentimientos de por medio es la hermano-hermana (mientras la relación de pareja se basa es que no tienen nada en común, no se conocen paara nada, lo que realmente los une realmente son los hijos de ella y que el sexo casi no existe, una suerte de chiste-observación mordaz sobre las relaciones de pareja en sí). La dupla Dexter y Deborah (su hermana adoptiva) es algo que yo nunca creo haber visto en pantalla y pocas veces en la vida: no se trata de una relación incestuosa, algo que sería obvio y retorcido, sino son un par, una dupla, y además, colegas. Para Dexter, Deborah es su cómplice, su mejor amigo, su colega y contacto con la realidad. Que además Deborah es un gran personaje en sí no molesta: tan dura como insegura, flaca como un espárrago, con el vocabulario de un estibador, a Deb le gusta el sexo duro, resolver crímenes y es tal su necesidad de afecto y atención que siempre, siempre, termina involucrándose con el tipo equivocado. Tal como todos en la serie, Deborah también está condenada porque el hombre de su vida es, en el fondo, su hermano y, dos, es un asesino; para más remate, es la persona que ella lleva dos años persiguiendo. Pocos lazos se han fundado en tanta verdad y en tanta mentira.


Dexter puede a veces asustar y hacer reír pero Dexter es, ante todo, una trageda. Para qué hablar del lazo padre-hijo. Aquí no hay rebeldía alguna sino, muy por el contrario, respecto absoluto. A través de flashbacks vamos aprendiendo muy pronto que el padre, un policía que adoptó a Dexter, capta que su hijo no es igual a los otros. Las escenas en que el padre le enseña tanto a matar y como comportarse como un ser humano a pesar de no ser exactamente uno (otra moraleja: aquellos que han sido muy dañados de chicos pueden crecer pero nunca serán del todo humanos), son extrañamente emotivas por lo retorcida y, a la vez, generoso del acto del padre. Más que querer cambiarlo, Harry, el padre, prefiere protegerlo para que Dexter pueda sobrevivir y, de paso, transformar su compulsión en hago que haga el bien.
¿Por qué Dexter Morgan no asquea, repele, asusta?


Se ha especulado porque Dexter tiene un código moral estricto, que es el de Harry su padre: no matar a inocencentes. No creo que sea por eso. Es por su humanidad y sus fallas que lo hacen parecerse tanto a gente cercana (y, por cierto, a uno) que Dexter termina no aterrando sino ganando nuestro afecto. Otro factor que ayuda a la serie es que quizás a estas alturas todo aquello ligado a la sangre y los crímenes ya es parte de nuestro disco duro. Estamos en la era de CSI y el término gore ya no necesita traducción. La idea del asesino en serie ya no parece algo imposible, sobre todo cuando, cada tres o cuatro meses, alguien se derrumba, estalla y empieza a matar en una universidad o en un mall. Dexter en ese sentido aprovecha el estado de las cosas y, como toda gran obra de arte que conecta, construye sobre lo ya sembrado: el terreno por el cual pisa lo hemos caminado.

Donde la serie realmente quiebra terreno es en tocar acaso uno de los más grandes temas contemporáneos: la identidad. ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Qué importa? No es azar que I´m Empty Inside se ha vuelto un nuevo You Talking To Me? El pasajero oscuro, el Dexter que le habla a Dexter, le interesan temas que son acaso los temas de esta era de messenger, chat, facebook y blogs: el vacío, la fragilidad, el miedo, la necesidad de conectar en medio tan tanta conexión, todas las formas que existen para protegerse y no conectar. En Dexter, todos son capaces de hacer cosas incorrectas. Todos son, de alguna manera, monstruos.

Dexter

Dexter quizás mata, pero todo de matan a ellos mismos de a poco. Dexter Morgan es, sin duda, único, singular, inolvidable. Pero quizás esa no es la razón porque Dexter guste tanto. Dexter no se alza como uno de los grandes personajes de la narrativa del nuevo siglo sólo porque es único y distinto y genial sino porque, al final del día, se parece a todos nosotros. Todos, de alguna manera, somos Dexter.

Que Dios lo bendiga y protega.

miércoles, marzo 19, 2008

DOS HORAS, un corto

INT. PIEZA ALVARO - DIA.

Una pieza sencilla, blanca, sin lujos, ni afiches. Básica. No hay cortinas. El sol entre fuerte, veraniego por las ventanas del edificio nuevo, anónimo. ALVARO, 35, duerme profundamente...



CUT TO:

INT. AVION - DIA.

Santiago, un chico de 17 años, duerme apoyado en la ventanilla mientras el avión pasa por entre las nubes....


CUT TO:

martes, marzo 18, 2008

pronto: nuevo host, nueva pagina y nueva forma de compartir y bajar material



the talented mr minghella




existe la idea que un muerto es automaticamente bueno y genio y, por otro, que, más allá de dos o tres vivos, los que aun deambulan son "asesinables". Pienso en esto al enterarme de la prematura muerte de Anthony Minghella, el director inglés de origen italiano, célebre por El paciente inglés.
No tengo idea si fue una buena persona, seguro que sí, y su hijo ha resultado un buen actor, pero creo que Minghella no alcanzó a ser un autor, Oscars y todo. Le gustaba adaptar libros famosos y, a medida que ganó prestigio, creo que se tropezó con un extraño género: el blockbuster íntimo. El hacer una cinta GRANDE donde importa lo pequeño. En Cold Mountain, lo grande le ganó a lo chico. En El paciente inglés, parece que ganó el director de arte, que claramente tenía una cierta obsesión con la estética Armani.

Pero uno no tiene por qué ser un autor ni ser un genio. ¿Quién lo es?
creo que LEJOS su mejor cinta, una cinta que funciona por todos lados, y que algún día será más valorada de lo que fue (esta fue su cinta q debió tener al menos 5 Oscars) es El talentoso Mr. Ripley. Su adaptación de la novela de Highsmight fue respetuosa y creativa. Damon ahi empezó a alejarse de su amigo Affleck. Minghella claramente estaba del lado del "malo" y su cariño estaba deposito en Ripley. Lo entendía, lo quería, no lo juzgaba.


En esta era de messenger y chat, de celulares y blogs, de chantas y medios, creo que la frase que pronuncia Matt Damon en The Talented Mr Ripley puede resumir, para muchos, su vida.

Que Minghella descanse en paz y que este intercambio de dialogo se recuerde y, ojalá, no se tome en forma literal:

Peter: Sorry, I'm completely lost.
Tom Ripley: I know. I'm lost, too. I'm going to be stuck in the basement, aren't I, that's my, that's my - terrible and alone and dark - and I've lied about who I am, and where I am, and so nobody can ever find me.
Peter: What do you mean... lied about who you are?
Tom Ripley: I always thought it'd be better to be a fake somebody than a real nobody
Peter: What are you talking about? You're not a nobody. That's the last thing you are.

domingo, marzo 16, 2008

ingresar a terapia


columna Fuera de Foco, del Wiken,
del pasado viernes 14 de marzo---
eso:

Nuevas series de HBO:
En el diván
(o en el sofá)


POR Alberto Fuguet

En El diablo, probablemente (1977), el cineasta francés Robert Bresson se interna en la mente de un adolescente que desea suicidarse. El chico va donde un sicólogo parecido a un agente norteamericano de migración; las preguntas son frías y la empatía, cero. La terapia no conduce a ninguna parte. El chico puede estar deprimido pero no es tonto: "no estoy enfermo, doctor; lo que pasa es que veo todo muy claro".

Han pasado más de 30 años desde esa frase y el cine y la TV ya no creen que los pacientes son enfermos terminales. Y, por otro lado, tampoco que el terapeuta es el malo, sino alguien más bien fracturado que desea ayudar. Antes los pacientes que entraban a terapia era "por algo" y ese "algo" nunca era algo menor (zoofilia, sin ir más lejos en Equus de Sidney Lumet). Los terapeutas eran seres duros y fríos. Hoy no: todos, incluyendo los sicólogos, son humanos, todo es tratable, los traumas no son tan traumáticos, la conversación es aquello que nos hará libres y todo tiene que ver o es culpa de los padres. Las cosas han cambiado desde Hannibal Lecter hasta la Dra. Melfi. Pienso en esto mientras veo el bombardeo de terapeutas progre que están en crisis y la seguidilla de pacientes dañados en busca de salvación y calma. Una vez más, el responsable (o culpable) es HBO que no sólo no es TV, sino que es capaz de tener el radar digital más que sintonizado. No cabe duda de que los directores y guionistas contemporáneos han asistido a terapia y, por lo tanto, saben de lo que hablan. Tanto Blake Edwards como Woody Allen se han jactado de ir a largos sicoanálisis pero sus personajes han asistido, en cámara, a muy pocas sesiones. Cuando el cine opta por incrustar a un sicólogo casi todo sale mal: o es para la chacota (Billy Crystal en Analízame) o para hacerte desconfiar: ese sitio tan "seguro" que es la consulta puede ser territorio enemigo (Michael Caine en Vestida para matar).


Y cuando son buena onda, como Robin Williams en En busca del destino, o Judd Hirsch en Gente como uno de Robert Redford, la pequeña consulta se llena al hedor de la autoayuda y con la fantasía de que la gente sí puede cambiar en dos sesiones. Esto no sucede en la vida real. Cualquiera que ha ido a terapia sabe que los resultados (si los hay) son a muy largo plazo. Para captar lo que implica una terapia, el cine no es el medio. Se necesita de tiempo. Y quizás la TV sí es la consulta ideal.


De ahí HBO y otros canales. Desde Los Sopranos a Huff, pasando ahora por la nueva y sorprendente explícita serie Tell me you love me (ya debutará en HBO y ya está disponible en video clubs) donde la sexagenaria Jane Alexander, como la terapeuta, es aquella que tiene la mejor vida sexual (uno termina viendo más desnudos de tercera edad de lo que estaba preparado). In Treatment, también de HBO, es adictiva porque está del lado del terapeuta, quien debe soportar a sus pacientes.


Como además su vida está hecha un desastre, y se ha enamorado de la paciente del lunes, no es raro que los viernes vaya a ver a nada menos que a Dianne Wiest. Ahí reacciona como paciente y detesta a su analista porque considera que ella todo lo manipula y saca conclusiones freudianas.
En efecto: las cosas ya no son como eran.

martes, marzo 11, 2008

el desaparecido HOTEL CITY con los ojos de VODAFONE

este es uno de los tantos comerciales (y peliculas y series de tv y sesión de fotos) que optaron por el CITY
un recuerdo a color de dias mejores

sábado, marzo 08, 2008

trozos de tiempo

Años, muchos años atrás, cuando Bogdanovich estaba en su cumbre, sacó entre medio de su gran racha de cintas como La última película y Luna de papel este libro. El titulo lo sacó de una respuesta que le dio el gran Jimmy Stewart.


Ahora que Who The Devil Made It, sus entrevistas con grandes maestros del cine clásico aparece en español, posteo la epifanía de Stewart:



This is the great thing that the movies have... the potential to really press things home visually-they come closer than anything else, the people can see your eyes... the movies can capture tiny things that didn´t last even a minute... And that´s the thing-that´s the great things about movies... After you learn -and if you´re good and God helps you and you are lucky enough to have a personality that comes across- then what you are doing is... you´re giving people little... little, tiny pieces of time that they never forget.