domingo, marzo 26, 2006

no fijarse en "las cosas tecnicas"

Al azar, encontre estas declaraciones de Guillermo Arriaga. Tengo muchas ganas de ver (me la perdi en Mar del Plata) su nueva pelicula, dirigida x Tommy Lee Jones. Arriaga lleva ya varios guiones de alto-perfil mediatico, dos de los cuales se tradujieron al ingles y eso q el escribe en castellano: Amores perros, x cierto, y luego, en USA, 21 Gramos y ahora The Three Burials of Melquiades Estrada


Arriaga habla bien aqui de la cinta de Faith Akin (q tb me la perdi, pero esta en Blockbuster, asi que ire a arrendarla)
interesante su mirada, pues Arriaga partio como escritor y tiene claro que, al final de cuentas, en el cine, lo que importa, es
historia, los personajes y la emocion. Como bien dice, si uno empieza a fijar en lo otro, si las otras areas empiezan a robar escena, es que el director-guionista se está dejando asaltar.




Tb dice cosas interesantes en cto a los temas de la peliculas. Arriaga sostiene que, al final, las unicas historias que importan
son las que tienen que ver con el amor.

Guillermo Arriaga talks to Alastair Sooke about Fatih Akin's Head-On (2004)

Guillermo Arriaga, the Mexican screenwriter, has become known for the frenetic, chopped-up style of his films Amores perros and 21 Grams. So it feels appropriate that, for this series, he has chosen a stylistically similar movie. Head-On, by the Turkish-German director Fatih Akin, is a violent and visceral love story that switches at speed between scenes of high drama, leaving its audience exhausted yet exhilarated.


Arriaga first saw Akin's movie, which won the Golden Bear at Berlin two years ago, at a film festival in Mexico. "I was part of the jury," he recalls. "There were two movies that I liked a lot: the Iranian film Turtles Can Fly, and Head-On. We gave Fatih the best director award."

The film tells the story of a raw and bloody relationship between two second-generation German Turks: Cahit, a punk in his late thirties who scrapes a living collecting empties in a grubby bar and whose life is in a tailspin following the death of his wife, and Sibel, a fresh-faced 18-year-old desperate to escape her stiflingly traditional family. They meet in a clinic after each has half-heartedly attempted to commit suicide, and Sibel brightly suggests that they marry, so that she can escape her father's beady eye. Cahit agrees to the marriage of convenience, providing an alibi for Sibel's hedonistic, self-destructive lifestyle in Berlin. Despite the age gap, perhaps a little predictably, the two begin to fall for each other.

"Head-On is a love story," says Arriaga. "Love is the ultimate story in human relationships, the thing that gives sense to our lives. And it gives sense to the lives of these two very pained persons who are on the verge of committing suicide. Through their pain, they understand that love is the only thing that can save them."

Central to the success of Akin's film are the performances of his two leads. Calling to mind Bob Geldof on a particularly bad hair day, Birol Ünel gives a husky, drained but complex performance as Cahit, his stubbly, washed-out features revealed in the many close-ups of his face. Sibel Kekilli, a former porn actress with a wonky nose, also brings a touch of darkness to the screen.

"What struck me most about the movie were these two new faces," explains Arriaga. "We always see the same faces coming through American cinema, and suddenly seeing these strong faces was very appealing. They contain a range of contradictions: they're not perfect or beautiful, but they are interesting. Kekilli's past lends her performance a certain power. I imagine she had a painful life, and she gives that to the character."

Much like Arriaga's screenplays for Amores perros and 21 Grams, Head-On has a jolting style, and Akin surprises his audience with a number of short, sharp shocks: at one point, Sibel smashes a beer bottle and starts slashing her wrists.

"Sure, that's shocking," says Arriaga. "But the scene where Cahit goes to tell Sibel's family that he wants to marry her is far more subtle. This tough guy with no hopes in life is suddenly asking a very conservative father if he can marry his daughter, and the exchange of glances between everyone in the room is very powerful. That seems more dramatically interesting than Sibel cutting her wrists."

Indeed, Arriaga doesn't remember Head-On for its shock-tactic direction. "You don't notice the photography or the soundtrack," he says. "You're immersed in the lives on screen more than in the cinematic experience. If ever your attention begins to wander towards technical stuff, for me, that means it's a bad movie."

Last year, Akin was part of the Cannes jury that awarded Arriaga the best screenplay gong for The Three Burials of Melquiades Estrada, the Tommy Lee Jones-directed Tex-Mex Western that comes to British cinemas next Friday.





At the time, Arriaga was working on El Bufalo de la noche, a film based on his novel The Night Buffalo, out in Britain on Monday (Sceptre, £7.99). "I told Fatih, 'You know, Head-On is an influence for a film I'm producing at the moment.' And he said, 'Well, your film will be the grandson of Amores perros, because Amores perros was an influence for Head-On.' Isn't that funny? One of the films that I have liked the most in recent years was influenced by my own work."

lunes, marzo 20, 2006

Lo primero es el guion




Nada... un aviso
un buen proyecto
un espacio para ver y hablar de cine con gente cinéfila
es un diplomado en la univ alberto hurtado
la idea es llevar la discusion del cine a la sala de clases
parar una vez por semana para pensar, charlar, escuchar, preguntar, ver.


http://www.periodismo.uahurtado.cl/diplomado/

domingo, marzo 05, 2006

acerca de VALPARAISO, MI AMOR: esto es a largo plazo...

Esto salio hoy en La Tercera... una gran y emotiva crónica de Héctor Soto sobre Valparaíso, mi amor. La exhibirán pronto en
la nueva cinemateca. Yo no la veo hace años pero tengo el mejor de los recuerdos.

Varias cosas de lo que menciona Soto me hacen reflexionar.

Uno: el tiempo sí pasa y lo altera todo y coloca las cosas en su lugar. VALPARAISO, MI AMOR estuvo 9 días en cartelera. NUEVE!!!! insólito. Es decir, todo un "fracaso". Luego, en esos 9 días cautivó a 15 ml espectadores. O sea, pocos, aunque el país tenía menos gente, pero si uno calcula, las salas tienen que haber estado bien llenas. En todo caso, da lo mismo. El lugar que tiene en el imaginario nacional esta película no se compara con otros hits, como AYUDEME USTED COMPADRE.



Clint Eastwood ha armado una carrera mezclando cintas comerciales con cintas más personales. Ultimamente, ya hace solo las que quiere. No es tan facil sólo trabajar en cintas que no te den verguenza. La verguenza, por último, se pasa. Uno puede escudarse en que era joven, era una humorada o bien que, en efecto, necesitaba el dinero, algo del todo real, tangible y entendible. Olvidar los errores, olvidar los malos ratos, todo eso es posible y sucede más rápido de lo que uno cree.

Pero, en cambio, lo contrario, es más raro: el poder haber sido parte de algo que crece. Que se agranda. Que resiste el paso del tiempo y crece, justamente, con ese tiempo. El poder ser parte de algo que no sólo no te averguenza sino te de orgullo. Ser parte de algo que quede.

De eso se trata. Eso es lo que uno quiere. Lo que uno sueña. Por lo que uno cruza los dedos.

Soto tilda el rodaje de VALPARAISO como una epopeya. La crónica de Soto es -amistades y admiración aparte- épica. Recrea y revive una película. No solo destroza (y eso vaya que lo hace bien). Leyendo a Soto acerca de Aldo Francia te dan ganas de saltarte los filmes nominados al Oscar que falta y te dan ganas de correr a verla.

ultima cosa: siempre se habla de novelas-rio. Novelas inmensas, caudalosas, donde todo cabe, donde la prosa arrasa con todo. Pelicula puerto. Buen concepto. Una pelicula como puerto, como pto de llegada, donde la gente llega y se encuentra y se topa con otros. Despues de estar navegando solo, en el mar, llegar a puerto es un agrado. Ver peliculas-puerto también.

Domingo 5 de marzo de 2006
Reportajes

Valparaíso, Mi Amor

Película puerto

Por Héctor Soto

No recuerdo la fecha exacta, pero debe haber sido en el otoño del 1968 cuando en Valparaíso, en una mañana soleada, partió en las oficinas del desparecido diario La Unión el rodaje de la película de Aldo Francia Valparaíso, Mi Amor. Nunca entendí mucho por qué su realizador quiso comenzarla ahí, pero me gusta creer que fue un guiño de complicidad a Hvalimir Balic y a mí que por entonces estábamos dando nuestros primeros pasos en la crítica de cine. El inicio de la filmación no fue probablemente lo que hoy día llamaríamos un evento pero para nosotros, que recién rondábamos por los 20 años, fue mucho más que eso: fue un acontecimiento. Primero porque era raro que en ese tiempo se filmasen películas en Chile, y más raro todavía en Valparaíso y, bueno, también porque yo tenía que actuar de extra llevando desde una oficina a la crónica del diario, en calidad de auxiliar o pinche periodístico, supongo, una fotografía para la página policial, foto que en la pasada un periodista, Orlando Walter Muñoz (cronista deslenguado, crítico de cine incisivo y también director teatral) tenía que arrebatármela para el solo efecto de subestimarla y decir que era la misma lesera de siempre. Gran escena. Al menos así la sentía yo. Tengo grabado la memoria que Aldo hizo acercar a la cámara una fotografía ampliada de Sin Aliento, la película de Godard, que Hvalimir y yo teníamos pegada en la pared de nuestro lugar de trabajo. Era un homenaje de pasada del director a uno de los mentores de la nueva ola francesa que en ese tiempo nos dejaba en estado de trance.
Aldo Francia, un pedriatra excepcional y sensato (“los niños lloran porque tienen hambre, porque tienen frío, porque tienen calor, porque los pica una pulga y, solo en ultimo lugar, porque están enfermo”, repetía para descomprimir la pedriatría) era también un cinéfilo redomado y excepcional hasta los límites de la insensatez. Tenía la energía de un brazo de mar y en los años en que estuvo al frente al Cine Club de Viña del Mar mi impresión es que en la zona no se hablaba de otra cosa que de cine. De otra cosa que valiera la pena, al menos. Organizaba unos ciclos de difusión –recuerdo el dedicado a Elia Kazan, otro sobre Bergman, uno de la comedia bufa norteamericana- que congregaban a un público ávido, de militancia disciplinada y que seguía la proyección de las películas con el recogimiento propio de una misa. Después venían los debates donde Aldo destripaba las películas con la precisión de un médico legista y se entregaba a la caza de símbolos con un entusiasmo propio de esos naturalistas excéntricos que van al bosque con su red para capturar distintas especies de mariposas. Le gustaban los símbolos. Una vez, recuerdo, hablando de Julieta de los Espíritus, la película de Fellini, dijo que era un relato que contaba la vida de una mujer desde el nacimiento hasta su crisis matrimonial. Perdón, le dijo un asistente, ¿por qué dice usted que desde el nacimiento, siendo que cuando la película comienza Gullieta Massina, su protagonista, ya es una mujer mayor? Bueno, dijo Aldo, en la primera escena, cuando ella está en la cama hay un trapo rojo. Una mantilla. Bueno, el rojo es la sangre, el nacimiento es con sangre y la película parte de ahí. Plop.
Aldo era un gran personaje. Grande en su entusiasmo, grande en su acento italiano y en el uso del adverbio, grande en las sílabas que se comía por hablar tan rápido y grande también por la capacidad que tenía para movilizar gente de lo más diversa, sacarla de su modorra, meterla a una sala de cine y complicarle la vida radicalizándola con dilemas expresivos que la mayoría de los espectadores, de entonces y ahora, pasan por alto. Creo que como agitador cinematográfico, como activista de la causa del cine, como profesor de percepción fílmica, no ha habido ni habrá otro igual. No se trata únicamente de un impresión, porque ahí está el legado que dejó: un grupo de cinéfilos infatigables, unos cuantos números de la revista Cine Foro, los festivales de cine de Viña, que llegaron a ser la punta de lanza del nuevo cine latinoamericano o el Cine-Arte ubicado frente a la Plaza de Viña, sala que modernizó en 20 años la exhibición cinematográfica en Chile...

La vida de los pobres
Valparaíso, Mi Amor –la historia de una familia pobre que se desintegra cuando el padre (gran actuación de Hugo Cárcamo) va a parar a la cárcel y los hijos terminan en la calle, en el pequeña delincuencia urbana y en la prostitución- es una cinta tremendamente inspirada en la cual Aldo volcó su fascinación y cariño tanto por Valparaíso como por sus gentes. La cinta, como Rocco y sus Hermanos, creo, está estructurada en capítulos, tal como una novela, cada uno de los cuales da cuenta de la evolución de los distintos personajes de la historia -la niña, El Chirigua, los otros hermanos- y entrega un barrido entre melancólico de la vida porteña e indignado de la pobreza de la ciudad. Viéndola no cabe la menor duda la deuda gigantesca que Aldo tenía con el neorrealismo italiano, cuyos hitos, rumbos y desarrollos él conocía al revés y al derecho no solo por la sangre italiana que corría en sus venas, no solo por su irrestricta admiración a De Sica, Zavattini, Rossellini y Visconti (el Visconti que vibraba con los pobres, no el que salió después, embriagado con la declinación del mundo de los aristócratas y los ricos) sino también porque, como los neorrealistas, entendía el cine en íntima comunión con la realidad social.
Si hoy día filmar cualquier película en Chile es un desafío descomunal, el rodaje de Valparaíso, Mi Amor fue pura y simplemente una epopeya. La película debe haberse hecho con muy poco. Con poco dinero, muchas paleteadas y una convicción titánica. No había Fondart, no había subsidios, no había ley de donaciones culturales y solo a fines del gobierno de Frei vino a salir el reintegro a los productores chilenos del impuestos que gravaba las entradas al cine. La dirección de fotografía y cámara, generalmente al hombro, estuvo a cargo del argentino Diego Bonacina, un joven fortachón, rebelde y rupturista que el año 73 tuvo que salir apurado de Chile. El guión era del propio Aldo y José Román –gran crítico de cine- y como director de producción se desempeñó José Troncoso, cuyos desafueros y conquistas eran históricas y que con los años renunció al alcohol, al tabaco y a toda suerte de excesos nocturnos, reconvirtiéndose primero al yoga y después a credos cada vez más oscuros, orientales y esotéricos. Quién puede anticipar las vueltas que da la vida. El equilibrio y el control lo ponía el abogado Guillermo Aguayo, como gerente de la producción, y su mujer, Luisa Ferrari, abogado y periodista, apoyo fundamental para sacar el proyecto adelante.
Cuando Valparaíso Mi Amor se estrenó no creo que la década de los 60 se haya dado a nivel local una tregua, al menos como punto de inflexión, pero sí está claro que el puerto se encontró con un himno –el vals La Joya del Pacífico, de Víctor Acosta, que Jorge Farías grabó antes que Lucho Barrios, y que la cinta rescató para su poética- y que en los nueve días que la proyectaron en la sala de estreno en Valparaíso la vieron 15 mil espectadores..Después la película recorrió el país. El debate que siguió fue previsible. Para la izquierda más dura, fue una película blanda. Y parte del público desalineado políticamente, sobre todo porteño, se sintió herido. ¿Por qué Aldo insistía tanto en la pobreza, siendo que Valparaíso tiene lugares tan lindos y pintorescos? ¿Por qué llevar al exterior la imagen de una ciudad con tantas llagas en circunstancias que podían mostrarse lugares menos lastimados e historias más edificantes? Respondiendo estas preguntas necias son muchos los cineastas chilenos de ahora y de ayer que han debido desgastarse tratando de separar aguas entre lo que es filmar una película y lo que es oficiar de agencia de turismo.
En su tiempo Valparaíso, Mi Amor probablemente no generó entre los críticos el furor minoritario que provocó Tres Tristes Tigres de Raúl Ruiz ni alcanzó tampoco la repercusión pública que tuvo El Chacal de Nahueltoro, de Miguel Littin. No estaba tan amparada por pretensiones autorales, seguramente, y era más ecléctica en términos políticos y expresivos. Pero sospecho que el tiempo no debiera haberla perjudicado mucho. La cinta tiene momentos gloriosos (Sara Astica, la madre, con el niño enfermo en una posta de Valparaíso, el funeral del niño en un cementerio desde el cual se divisa el mar, la actuación de los menores, el hundimiento final en el Yako, un tugurio subterráneo del puerto que era legendario) y un final un tanto abierto que deja espacio suficiente para entender cómo el entorno se tragó literalmente a esa familia, en un desenlace que es triste y hasta trágico, pero que la cinta asume con algún grado de esperanza y de candor..
Tres años después, en 1972, Aldo estrenaría su segundo largometraje, Ya No Basta con Rezar, ahora en colores y con un propuesta política mucho más alineada y por lo mismo también menos espontánea. Mi impresión, sin embargo, es que la película no superó las marcas inolvidables de Valparaíso, Mi Amor.